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sábado, 23 de junio de 2012

UN ENAMORADO INMORTAL DE LAS BIBLIOTECAS

La biblioteca educa: Ray Bradbury

El suplemento cultural Laberinto, en homenaje al gran autor de Fahrenheit 451, Ray Bradbury (1920-2012), publica la traducción de una entrevista en la que el escritor narra su encuentro y absoluta pasión por los libros, por la vida. “Si puedes encontrar una persona para amar, que ame la vida tanto como tú, y ame los libros tanto como tú, agárralo o agárrala y cásense. Es muy bueno, ¿no? Ja, ja. ¡La vida es maravillosa!”, dice el también autor de Crónicas marcianas. Para Bradbury, antes que en la Universidad, las respuestas están en las bibliotecas, en los libros, en los más grandes escritores. Les comparto la entrevista:
Debes tener curiosidad en saber cómo fue que me enamoré de los libros. Recuerda esto: el amor es el centro de tu vida. Las cosas que haces, deben ser cosas que amas. Y las cosas que amas, deben ser las cosas que haces. Eso lo aprendes de los libros. Aprendí a leer cuando tenía tres años. Me encantaban las tiras cómicas, los dibujos animados los domingos. Tuve un libro de cuentos cuando tenía cinco años y me enamoró leer todas esas historias maravillosas como La bella y la bestia, Juanito y los frijoles mágicos. Y así empecé con la imaginación. Cuando tenía tres años vi mi primera película y me enamoré de las imágenes en movimiento: El jorobado de Notre Dame; anhelaba crecer para ser un jorobado. A los cinco vi El fantasma de la ópera con Lon Chaney; quedé embobado. Vi una película de dinosaurios y los dinosaurios llenaron mi vida. Y entonces, a la edad de seis años comencé a leer sobre los dinosaurios.
Si llegué a trabajar en Moby Dick [Bradbury escribió el guión de la película que se filmó en 1953] fue porque me había enamorado de los dinosaurios cuando tenía seis años. Puedes ver cómo funcionan las cosas, cómo algo que comienza cuando tienes tres o seis o diez o doce años llega a convertirse en tus ficciones cuando tienes treinta.
Cuando tenía seis años viajé con mi familia desde Illinois a Tucson, Arizona. Cada vez que parábamos en un hotel de ruta a descansar, yo corría a la biblioteca acompañado por las hojas de octubre silbando conmigo. Esperaba encontrar El maravilloso mago de Oz de Frank Baum, y Tarzán de Edgar Rice Burroughs, o cualquier libro que hablara de magia. Abría la puerta de la biblioteca, miraba alrededor, y toda esa gente estaba ahí esperándome. Las librerías son personas, no libros. Cada vez que abres un libro, la persona salta afuera y se convierte en ti. Miras a Charles Dickens y tú eres Charles Dickens, y él eres tú. Así que vas a la biblioteca y sacas un libro del estante y lo abres, ¿y qué estás buscando? Un espejo. De improviso hay un espejo ahí y puedes verte a ti mismo, pero tu nombre es ahora Charles Dickens. Eso es una biblioteca. Si el libro es de Shakespeare te conviertes en William Shakespeare, o te conviertes en Emily Dickinson o en Robert Frost o en cualquiera de los grandes poetas. Así que encuentras al autor que pueda guiarte en la oscuridad. Shakespeare comenzó conmigo, con Hamlet yRicardo III. Y Emily Dickinson me condujo después, y Edgar Allen Poe dijo: “Por aquí, aquí está la luz”. Así es que vas a la biblioteca y te descubres a ti mismo.
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Mi mayor influencia es John Steinbeck. Leí Las uvas de la ira cuando tenía 19 años. Cuando escribí Crónicas marcianas necesitaba una estructura. No me di cuenta que había recurrido a Las uvas de la ira; Crónicas marcianas es completamente la estructura de Las uvas de la ira. De noche, solo, cuando tenía doce y miraba al planeta Marte yo pedía: “Llévenme a casa”. Y el planeta Marte me llevó a casa y nunca regresé. Lo importante es que cuando salí de la escuela no teníamos dinero. Yo no podía ir a la Universidad y lo mejor que ocurrió fue que acudí a la biblioteca. La biblioteca educa. Los profesores inspiran, pero la biblioteca te satisface.
Tuve un trabajo vendiendo periódicos en una esquina y hacía diez dólares a la semana, y cada mañana me levantaba y escribía historias, y en las tardes me iba a la biblioteca. A los 19 pude expresarme acerca de mis pasiones en la vida y las puse en mis libros. Y ese es el secreto de mi vida. Gracias a Dios seguí mi camino y no el camino que la gente me dijo. Son tus ideas las que cuentan, y una biblioteca puede ayudarte con tus ideas, porque están todos esos grandes maestros, esos escritores te están enseñando cuando te sientas en medio de la biblioteca y los dejas irradiarte. ¿Es así, o no? Tienes que ir a la biblioteca para educarte. La biblioteca es la respuesta.
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Los libros son inteligentes, brillantes y sabios. El libro más importante de mi vida es Un cuento de Navidad de Charles Dickens, porque es todo sobre la vida y sobre la muerte. Es una combinación. Lees ese libro y sales cambiado, junto con Ebenezer Scrooge. Lo que haya de Scrooge en ti es derrotado, desaparece; así es un gran libro. A los 30 años escribí El árbol de las brujas, de alguna manera mi versión de Un cuento de Navidad.
Aquí tengo un libro de Scott Fitzgerald, Suave es la noche; tengo siete copias. He estado en París veinte veces. Cada vez que voy llevo este libro y comienzo en la torre Eiffel y camino por París desde que amanece hasta el anochecer. Paro en restaurantes y leo otro capítulo, y al terminar el día ya lo he leído entero. Leer debe ser una experiencia total. Puedes leer mientras caminas y te sientas en los restaurantes y lees el siguiente capítulo, y te enamoras más.
Yo encontré a mi amor en una librería, no en una biblioteca, pero una librería es también una biblioteca. Encontré a una bella chica que esperó por mí, y la invité a un café y a comer y me enamoré de ella y de los libros que la rodeaban. Y ella tomó votos de pobreza un año después y se casó conmigo, porque mis ingresos eran nada. Era una chica rica, y dejó todo su dinero para volverse pobre como yo y vivir en Venice [California], sin teléfono ni coche. Pero vivimos con amor y libros, y escritura. Es la respuesta a la vida. Si puedes encontrar una persona para amar, que ame la vida tanto como tú, y ame los libros tanto como tú, agárralo o agárrala y cásense. Es muy bueno, ¿no? Ja, ja. ¡La vida es maravillosa!

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