¿CÓMO ES LÍVINGSTON Y SU YO?

COMENTARIO BIBLIOGRÁFICO
YO, LÍVINGSTON, LA PIEDRA VIVA
Por Manuel Arellano Zabaleta.

Publicado el domingo 18 de octubre de 1970,
Suplemento Cultural del Periódico EL UNIVERSAL.

Lívingston Denegre: La Piedra Viva. Extensas Memorias Bioeróticas del autor expuestas en esquizofrénica composición tipográfica. Editor, Costa-Amic. Primera edición, México, 1970. 440 pp.

 Como un remolino que derrumba y arrebata, así ha entrado Lívingston a la lieteratura mexicana; su estilo, porque lo hay en su obra, es muy personal. A veces tiene perfiles poéticos que se desgarran con vocablos de uso muy popular que en oídos muy "sensitivos" suenan como martillazos; golpes que hacen estremecer los cráneos depositarios de cerebros delicados. En otras ocasiones se solaza en divagaciones de características sociológicas o filosóficas que con violencia juzgan y condenan normas establecidas por la moda y la moral, de ciertas clases sociales. Una parte de la sociedad juzga a Lívingston con carencia de imparcialidad. ¿Por qué se queja esa misma sociedad que ha formado e influído al autor de la crítica enérgica y sagtiríca que utiliza contra aquellos que se sienten descritos con rasgos fácilmente identificables, entre las páginas del pensamiento del joven literato?

En el desarrollo de esta obra, Lívingston pretende que se retrata a veces, pero en ralidad su obra es un espejo de su mundo y en él se reflejan por virtudes casi mágicas sólo aspectos selectos de la vida; el elemnto vital de la prolongación del género humano, que con toda su característica de animalidad es el elemento inseparable del hombre: el sexo.

Cada ser humano posee en torno a lo sexual creencias, ideales, hábitos, deseos. Todo ello es la base de su vida en las relaciones sociales; es parte de su personalidad y forja una importante expresión de su carácter. Por tanto, su criterio a este respecto es individual, quizás semejantes a otros pero no rigurosamente idéntico.

Pueden existir en la obra livingstoniana (¿o debo decir libidolivingstoniana?) personajes reales, otros ficticios, acontecimientos o invenciones, alegorías y sueños, realidades las más, anécdotas las menos; o bien pedazos de 30 años de vida; mosaico de ilusiones, anhelos, emociones, mendrugos de espíritus, espasmos de placer, sinceridad o farsa. De modo esto y más debe estar saturada una cabeza talentosa que ha vivido plenamente.

En esta obra, pretende Lívingston expresar su "yo", pero el "ello" y los otros componentes de su persona, ¿donde se refugian?, ¿en qué se protegen para subsistir sin aflorar a una realidad que pueden transformarlos definitivamente, quizás destruirlos?

A Lívingston se le ha criticado porque físicamente se desnuda, aparentemente sin pudor; pero quienes algo lo conocemos tal y como es en su vida cotidiana, sabemos de su calidad humana, que anhela estremecer ala humanidad de la que forma parte,. saqcudirla enérgicamente y arrojar al fondo de la nada lo que es lastre para su porvenir.

Lívingston tiene derecho a hacer eso y más, porque ante todo está vivo; es energía; es algo dinámico; se mueve; lleva la semilla de la existencia y la transformación. Después de todo, es un revolucionario con rasgos a la mexicana y a su modo. Ama intensamente la vida activa y le causa espanto llegar a la vejez, perder sus facultades f´sicas y mentales o desaparecer.

¿Cómo es Lívingston en realidad? No lo sabemos. Tal vez ni él se conoce exactamente. Arranquemos algunos velos de su personalidad, para presentarlo a pesar suyo, con las formas que lo distinguen y los elementos que lo motivan.

Lívingston es antetodo un joven erudito. Ha tenido el privilegio de leer las más extraordinarias obras del conocimiento universal y, para colmo, poseerlas. Ahí, en su casa paterna, existe un acervo de varios miles de volúmenes que le sirvieron de alimento espiritual. En ese ambiente del saber humano, ¿qué podía surgir sino un ser eminentemente realista, capacitado para entender y transmitir tratar de situarse en el mundo en el lugar que desea sin importarle la actitud de cretinos y mentecatos?

Es poseedor, además, de un envidiable cultura musical, y en el piano interpreta las más notables obras de los clásicos. Su sensibilidad no se reduce a la notas melódicas sino antetodo, en su trato de fina expresión, en su sutileza, aparentemente carentes de importancia, encuentra la emoción más pura. Basta leer alguna de las frases de sus páginas periodísticas, contenidas en su obra "La Eterna Antorcha de Arlington", PARA PERCATARSE DE LA ESPIRITUALIDAD,que en sus actuales escritos destella en algunos renglones, pero que se disfraza entre la amterialidad del sexo descrito todo en un vocabulario sui generis, a lo Sánchez, unas veces a lo Miller, otras a lo Poncela, y palabras al esilo de Corona Núñez.

Hace algunos años, Lívingston regresa a México con ilusiones sin límite.Había concluido con honores sus estudios de periodismo y de literatura inglesa en el extranjero. Por años estudió y trabajó intensamente para ser un buen escritor. No es el impreparado protegido de algún poderoso magnate; mucho menos el caza oportunidades, o el meritorio en las editoriales, revistas o periódicos.

Con una docena de diplomas y preseas en las manos, esperanza en el corazón y un cúmulo de ideas en el cerebro, se lanzó a la búsqueda del sendero que lo conduciría al éxito, y por doquier encontró incomprensión, envidia, vanidades que destilaban egoísmo y , sin embargo, empezó a escribir, porque era el aliento vital que lo impulsaba. Redactó notas de lo posible, de loa que encargaban lo mandoado a hacer, con señales y cartabones precisos, y a todo a tanto el artículo nada más; ni dinero ni espacio extra en los diarios, solo gritos de los jefes; actitudes negativas de mendaces.

Y continuará, si mi amiga Lulúkissme, me sigue haciendo el favor de dictar con su dulce voz y sus hermosos ojos de miradas misteriosas...